Cuando Luz Myriam comenzó su lucha contra la instalación del proyecto hidroeléctrico que el presidente de extrema derecha Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) había anunciado para su territorio, sus hijas tenían tres y diez años. A pesar de los años de batalla como lideresa social de la Asociación de Afectados por el Proyecto Hidroeléctrico el Quimbo (ASOQUIMBO) para impedir la construcción del megaproyecto extractivista, el año 2011 Restrepo tuvo que ver como se inauguraba esta represa construida con capital italiano y español por las empresas ENEL y ENDESA bajo el nombre colombiano de ENEL-EMGESA. Con ella se inauguraban 8.500 hectáreas de territorio campesino inundadas, más de 28.000 personas damnificadas y unas 15.000 desplazadas forzosamente. Se había erigido el muro del desorden ambiental, económico y social para su región.
El modelo de desarrollo basado en una lógica extractivista ha impuesto en los territorios rurales de América Latina actividades como la mega-minería, el fracking, el monocultivo extensivo para agrocombustibles o las grandes represas hidroeléctricos con todas las consecuencias negativas que éstas acarrean para las comunidades.“El Estado decía que la presa sería un modelo de desarrollo ejemplar para el departamento. Que iba a crear muchos empleos, que la gente tendría mejor calidad de vida…Nada de eso se dio”, denuncia Luz Myriam: “calidad de vida no es aquella que nos manda a pasar hambre, que destruye nuestras familias, que nos desplaza de donde vivimos.”